Como modelo tenemos los huesos de la extremidades de animales tan diferentes como el murciélago, el gato, la ballena y el ser humano.

La prueba definitiva de la evolución es el hecho de que todos los organismos vivos posean el mismo sistema e transmisión de la información, el ADN, y compartan las mismas proteínas y reacciones químicas. Esto sería una casualidad inaceptable si toda la vida no estuviese emparentada.
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